Bien sabemos todos de las ciertas incomodidades que se pueden llegar a vivir en cualquier festival (incluso los que aún no se han estrenado), el sonido puede desvanecerse en cielo abierto o incluso quedar perjudicado por condiciones climatológicas. Pero este no es el caso, el Deleste tiene ese encanto de festival urbano donde las comodidades se cuentan a pares. Y bueno, si a eso le sumamos el calor que acompañó las dos jornadas (tanto fuera como en algunos conciertos dentro del recinto) podemos presumir entonces de un ambiente que no quiere desprenderse del verano.
El pasado viernes fue María Coma la encargada de dar el pistoletazo de salida al festival en el auditorio Ambar. La clásica contemporánea aderezada con samplers y loops no deja de dar lugar a una composición maravillosamente delicada que junto a unas percusiones a manos de Pau Vallvé dieron un comienzo fresco y emotivo al inicio del festival. A continuación era el mismo Pau Vallvé el que ofrecía su recital con ese característico folk de autor de inconfundibles susurros, es un hombre que gusta de lo que hace y como lo hace, de ahí que haya peleado una y otra vez para sacar adelante sus discos completamente autoeditados y financiados a través de plataformas de crowfunding.
Una de las novedades este año ha sido la distribución de las actuaciones en los escenarios, organizando de forma seguida todos los conciertos de cada escenario de una sola tirada. Cabe decir que ha sido mucho más beneficioso, la descongestión de zonas de paso entre concierto y concierto se ha visto premiada por la comodidad de los múltiples asistentes que han provocado un sold out completo en esta edición. Ahí quien quiere se queda sentado tranquilamente o se marcha fuera para fumar y regar el gaznate o el propio urinario (nunca mezcléis las dos cosas amigos).
De la puesta en escena y las visuales no sale adelante un concierto, pero no por ello dejaron de entregarse plenamente a ello Modelo de Respuesta Polar. Los valencianos eran conscientes de la fantástica oportunidad que suponía tocar en el Deleste y por ello las emociones florecían en más de una frase entre las canciones de su primer LP. Y para que mentir, no lo hicieron nada mal, a pesar de esa incómoda vibración del bombo y de los comentarios de cierta franja del público que creía estar presenciando un monólogo y no un concierto. Esos charlatanes que buscan la risa compensadora de algunos desconocidos no merecen mucho más que una lobotomía inmediata.
Para zanjar los conciertos del auditorio llegaban los catalanes Za!, con ellos sabemos a lo que venimos desde hace tiempo. Momentos antes del concierto un servidor les comentaba que no veía muy clara su actuación en un auditorio, la creía más adecuada para la cercanía del escenario Jägermeister. Ahí fue donde Papa Dupau soltaba un “Ya veremos qué dices después del concierto tío…”, y el asunto quedó como para quitarse el sombrero. Un dúo que hace imposible la clasificación de cualquier melómano, son tantas las cosas que se mezclan y de una forma tan extraña que hace completamente inexplicable la sensación que transfieren en cada uno de sus conciertos. Bajando las escaleras acompañados por un clarinete y una trompeta sonaban notas improvisadas de forma muy graciosa. Se aprecia a primera vista la gran compenetración y conexión que hay entre los dos. El sonido del auditorio benefició al centenar de capas y samplers que se superponían entre cada melodía con percusiones cercanas al dub o guitarras que recuerdan el krautrock en su estado más puro. No hacen faltan muchas más palabras para ello, sencillamente sensacionales.
Tras el cierre del auditorio el escenario principal se ponía a rebosar con la presencia de los Pony Bravo. La banda ya es un icono único dentro de la escena independiente. Quitando a Fiera (pertenecientes al mismo sello fundado por ellos, El Rancho) no hay ninguna otra banda que se de un aire a ellos en todo el territorio nacional. “Os parecéis a los Doors y un poco a Triana, pero me gustáis más vosotros”, se escucha en “Mi DNI” (tema con el que cerraron su set), y a decir verdad tampoco se aleja tanto de esa comparación si nos fijamos en los teclados de corte psicodélico y setenteros que adornan gran parte de su repertorio. El calor de Andalucía inundaba la sala mientras aparecían joyas de sus anteriores discos como “El Rayo” o la fantástica “Noche de Setas”. La propuesta no abandona las letras con cierto humor, e incluso llega a mutar en el directo, como el caso de “Ibitza” donde las percusiones se transforman para ofrecer una melodía completamente empapada de la música de baile.
Al mismo tiempo la oferta electrónica inundaba el Deleste Loft, escenario situado en La Cambra, seis pisos más arriba. Un sonido realmente bueno el de la sala, quitando algún pequeño extraño que hiciceron los altavoces en breves momentos. Con los lives de Sau Poler y BeGun las percusiones finas y bailables acompañan una IDM plagada de pequeños detalles que conforman las melodías, dos productores catalanes que llevan tiempo demostrando su habilidad en la composición musical, y que sigan así de bien. Una lástima que la presencia de público fuera bastante escasa y todo quedara reducido a un ambiente más particular a modo fiesta privada.
En el Jägermeister comenzaban a sonar los vascos Belako, la banda lleva tiempo apuntando maneras y prueba de ello son los diversos festivales por los que están pasado últimamente. La propuesta indie rock bebe en gran parte de la nueva ola británica y ofrece unas potentes líneas de bajo dando un toque post-punk junto al sintetizador, claro ejemplo su “False Step” con teclados que ponen la vista en bandas como Joy Division. Y por qué no? También pueden sonar notas delicadas como las presentes en «Molly y Pete». Sin ninguna duda un concierto potente que denota la juventud de la mayoría de sus componentes, algo que también se podía apreciar en los saltos a modo teenager que gustaba a dar la bajista.
Para cerrar la jornada de conciertos se personaban en el escenario El Columpio Asesino. Baño de masas para un concierto que no aporta muchas cosas nuevas, aún teniendo en cuenta el golpe fresco que ha supuesto su nuevo disco “Ballenas Muertas en San Sebastián” (Mushroom Pillow, 2014). Muchos andamos con la sensación de que “Babel” será el nuevo “Toro”, valdría la pena para cierto sector de sus seguidores que sacaran un disco compuesto exclusivamente por hits. Poco queda de sus primeros discos tan viscerales y explosivos en su sonido actual.
Para la segunda jornada bien temprano y con ganas había que levantarse (si se tiene en cuenta la noche anterior), la sesión gratuita se ofertaba la mañana del sábado. Cada vez me fascina más ese empeño que ponen los padres de ciertas generaciones por conectar a sus pequeños con la música a edades tempranas y desde bien cerca, maravilloso. Actuación muy familiar y cercana a los niños por parte de Me and the Bees. Su repertorio ofrece siempre una mezcla ideal de pildorazos pop 90’s muy frescos y dulces. Un directo divertido y entretenido para los más pequeños que realmente disfrutaron bailando “Scene”, “Silver Cross” o “So Sick”, cortes pertenecientes a su segundo largo «Mundo Fatal» (La Castanya, 2014). Los Red Buffalo seguían después con un rock más duro que dejaba entrever por momentos el country y el sonido americana, no impedía para nada el baile y el disfrute de padres e hijos. Son una banda joven, con muchas ganas y bien encaminada, veremos que frutos da el paso del tiempo.
La temprana apertura del auditorio por la tarde la ofrecieron Alberto Montero y Holzwarth, dando el pistoletazo de salida a la segunda jornada y con un público bastante disperso y algo escaso en esos instantes. Pero sin ninguna duda uno de los mejores momentos en el auditorio fue el concierto de Madee. La banda catalana reunida de nuevo hace poco volvió a demostrar que a pesar del paso de los años sigue en forma y lo más importante, con ganas de tocar. Y esto es algo que se hizo notar en el recital que ofrecieron donde sonaron perlas como “The Wounded”, “Mintaka”, la reciente “Age of Ruin” o la fantástica “Orion’s Belt”, tema perteneciente a uno de sus discos más emblemáticos, con ella cerraron un set que dejó satisfecho a un público mucho más numeroso que el de horas atrás. Momento algo incómodo para Ramón Rodríguez (voz principal y guitarra) cuando empezaba a arpegiar los acordes de “Yr Demons” sin recordarlos del todo bien, “joder, es que han pasado tantos años…”, esto es algo que llega a excusarse teniendo en cuenta el ambiente nostálgico que reinaba en el auditorio. Los Madee han vuelto y lo han hecho por la puerta grande.
Lástima que el buen sabor de boca quedara maltrecho tras la actuación de Joe la Reina, la banda donostiarra no terminó de conectar del todo con los oyentes (o al menos conmigo). A pesar de que su propuesta pop folk sea bien cercana a otras bandas nacionales que se parecen excesivamente unas a las otras. Algo inquieto, el cantante no conseguía articular más de cinco palabras seguidas entre canción y canción. También habría ayudado un poco no tener justo al lado al típico fan que canta todas las canciones intentando imitar a la perfección la voz del cantante. Tampoco ayudo mucho el comentar: “bueno, estamos en valencia, nosotros siempre hemos pensado que el valenciano es más bonito que el catalán” …no vamos a entrar en discusiones respecto a la frase pero, sinceramente, parece un desesperado intento de contentar al público.
Y tras este interminable instante se cerraba el auditorio y comenzaban a sonar los Fuckin’ Bollocks en el escenario Jägermeister. Los muchachos venían con ganas, se notaba perfectamente en el derroche de energía que se gastaban haciendo sonar buen garage rock y alguna que otra ranchera repleta de gritos canallas. Son bandas que se disfrutan plenamente en el directo, transmiten fielmente el espíritu de las guitarras más yankees. Sin dejar de bailar por el escenario, bebiendo y repartiendo licor del propio patrocinador y rascando las cuerdas hasta con los dientes, derroche de actitud, muy jefes. Presenciamos el que supuestamente sería su último concierto, y hay que decir que el asunto anduvo a la altura de las expectativas. Se les echará en falta en un futuro.
Justo después llegaban los valencianos Polock, una banda que desde que vi por primera vez hace dos años ha mejorado notablemente. A eso le ha sumado además un buen puñado más de seguidores que disfrutan tanto de los hits de su primer LP («Fireworks») como de los destellos que aporta su último disco “Rising Up” (Mushroom Pillow, 2014).
Más tarde se multiplicaban los cuerpos y se reducían los espacios y el aire fresco cuando subían al escenario J, Manu Ferrón y los suyos. El Grupo de Expertos Solynieve acumulaba fieles en la pista, haciendo crecer sus canciones encima del escenario. Un pop granadino muy rítmico con adornos en forma de riffs, dan pinceladas de rock a una banda que inevitablemente no deja de parecer los restos transformados de una gran época para el pop independiente español. De todas formas el concierto estuvo a la altura de lo que esperaban gran parte de los parroquianos. Se pudo disfrutar incluso de una colaboración con Miguel Ángel Landete (Senior y el Cor Brutal), para nada en desagrado con ella. Alguna que otra pequeña riña entre J y el batería se veía, puede que no tuviera un buen día, valga la redundancia.
Para el cierre del festival quedaba lo mejor, y muchos reservaban sus fuerzas como quien guarda sitio para el postre en una comida de navidad. Los Nueva Vulcano tienen buen público en la ciudad del Túria, y si a esto le sumamos el anuncio de la grabación de un nuevo largo el mismo viernes del festival, las ganas de concierto se disparan como bengalas al cielo. Ya se trate de temas más recientes, “Mogollón” y “Todo por el bien común”, clásicos como “Dulce y Ácida” o “Te Debo un Baile”, independientemente de cuál de los dos suene las gargantas no dejan de secarse a grito limpio. Un repertorio plagado de himnos que todo el mundo conoce (y si no es el caso debería conocer). La descarga de acordes a través de los amplis incitan al pogo y la batería arrolladora no deja ni un solo pié sin gastar suela. Lo suyo fue un auténtico baño de masas, y lo digo literalmente porque la sudada general fue importante, aunque esto no parece importar ni cuando suenan temas nuevos como “Pop y Espiritualidad” y “La Jota”, todo es motivo de celebración. Y así acababa la cosa, con el público pidiendo un segundo bis después de haber vuelto a subir para tocar “El Día de Mañana”. El mejor concierto de todo el Deleste, sin ninguna duda.
De forma seguida y unas plantas más arriba se encontraba Marc Piñol ofreciendo buena zapatilla en La Cambra (algo más llena que en la primera jornada) donde sonó una fantástica y cuidada selección de electrónica bailable. Buen bombo, teclados ácidos y líneas de bajo que ante todo “tienen rollo”, para algo se dice que el señor Piñol es uno de los mejores djs nacionales, quedó completamente demostrado. Magnífico cierre para un festival que sigue subiendo como la espuma y que en gran parte ha ofrecido lo que prometía para su tercera edición. El año que viene más y mejor.