El pasado viernes se celebró en La Rambleta la segunda jornada del Ciclo Edita, encuentro de discográficas nacionales organizado por La Cúpula del Trueno, que para esta jornada acogía a STA, Balcanes y Fasenuova, bandas representativas del futuro catálogo de Humo (antes conocido como Discos Humeantes). En la hora previa a los conciertos tuvo lugar una charla donde el tema principal a tratar fue la escena underground y el papel de la prensa musical en ella, juntando así en una misma mesa a algunas figuras de la prensa musical valenciana, nombres como Carlos Pérez de Ziriza (El País, Mondo Sonoro, Beat Valencia, Efeeme), Marta Moreira (ABC, Wasted Youth), Eugenio Viñas (Valencia Plaza) y Pablo Fernández (Discos Humeantes, Humo); todo coordinado bajo las preguntas de Quique Medina (La Rambleta, Vinilo Valencia).
Fotografía: PAULA PRATS
Interesante fue la conversación que tuvo lugar a pesar de que este fragmento de la programación sigue presentando dificultades para calar en el público asistente, más preocupado por comentar el finde anterior que por escuchar el coloquio. Dejando a un lado estas florituras nos gustaría destacar algunos de los puntos tratados, todo visto desde una perspectiva en la que se percibe la diferencia entre un medio generalista y un medio más específico. Lo cierto es que cada pregunta era un grano de arena frente a las largas y elaboradas respuestas de los participantes, cosas tan variadas y verídicas como la pérdida de criterio en los medios, que ha afectado de forma directa al lector teniendo en cuenta la gran cantidad de bandas presentes en nuestro país, que por si no fuera poco encuentran en cada medio un mar de halagos en vez de una buena dosis de crítica donde consultar, está en alza esto de escribir siempre buenas reseñas para caer bien aunque esto no deja de ser un flaco favor para las bandas, que también deberían a empezar a dignificar el trabajo del músico, según Pablo Humeante, dejando de tocar a la mínima en grandes festivales (también conocidos como festibares) donde la mayoría de veces disponen de horarios indecentes y pésimas condiciones para tocar ante un público que está ahí por la fiesta que piensa pegarse y por 2 cabezas de cartel, bueno, igual 3 como mucho. Por su parte también se derivó la conversación hacia ese relevo generacional que la prensa musical (y también general) necesita y que no se está llevando del todo a cabo, así como de los medios digitales, donde la extensión no supone ningún problema o incluso los diversos fanzines, que a pesar de ser un formato más reducido y especializado ha tenido el placer de contar con grandes periodistas entre sus files. Se dio quizás la sensación de pesimismo con la visión apocalíptica de Pablo sobre la prensa pero más que eso se considera un toque de atención a la prensa musical actual. Hay mucho por aprender, hay necesidad de evolucionar.
Fotografía: Paula Prats
Tras estas conversaciones llegaron STA, primer bolo de la noche que ya empezaba con bastante retraso dado que los miembros de la banda no habían podido llegar antes por percances logísticos, de ahí que se vieran obligados a probar justo antes de tocar sin tiempo a reparar en muchas tesituras y detalles. La música de sus discos se extrapola al directo con un halo mutante de sus canciones donde las reverberaciones y el delay se extienden hasta lo más profundo de los sentidos generando en ocasiones una caricatura grotesca de su música que, por mi parte, no desagrada en absoluto, buena vibra. Los golpes de la batería se deforman desde la pedalera manejada por Pope, y aún así Gum no pierde el ritmo en ningún instante, y si lo hace a duras penas se nota a pesar de no llevar ningún pinganillo con una claqueta, no es lo más extraordinario del planeta pero la cosa tiene su mérito. Quizás la única pega sería el exceso de saturación que tenían las percusiones en la primera mitad del directo, al igual que el bajo de Loro casi imperceptible (hasta que bajó el mismo Pope para pedir al técnico que subiera el volumen) y la guitarra de Holy, cuyos rasqueos brotaban únicamente del ampli desplazando el instrumento hacia la izquierda y dando la errónea sensación de sonido estéreo en la sala.
Fotografía: Paula Prats
Tras un inmenso descanso, a causa de un concierto de música muy suave en la sala contigua, se vio atrasado el concierto de Balcanes comenzando finalmente a medianoche. Tras ese insufrible tiempo de espera, cortesía de La Rambleta, subía al escenario esa banda que el pasado año reventó los tímpanos de unos cuantos con un único 7 pulgadas, “Plataforma / Autopista” (Discos Humeantes, 2014). Bajos tremendos y ruidera extrema en una banda que combina el hardcore desacelerado doom, todo con un corte industrial que le proporciona la agradable oscuridad que buscan los oyentes en estas músicas. Enérgico y entregado fue el concierto, así como los alaridos de Pablo Humeante al frente, encargándose de las voces, la rabia y el contorsionismo del éxtasis del momento: esquizofrenia y trance. Indescifrables las letras así como el nombre de algunas canciones ya que no aparecía por la tarima ni un solo setlist legible, de momento sabemos que editarán un futuro LP con Humo y que la cosa promete bastante. Por otro lado también causó problemas un jack que no conectaba del todo la guitarra haciendo que esta desapareciese por momentos, vacío instrumental que reflejaba también el vacío observado en la asistencia de esta jornada, lo cierto es que tener un público tan escaso hace plantearse seriamente la organización de eventos de este calibre en lugares tan alejados de los escenarios subterráneos de la ciudad.
Fotografía: Paula Prats
Para poner el punto final a la noche subían al escenario Fasenuova, de quienes no hace falta presentación alguna, a no ser que durante los últimos cinco años de tu vida no hayas prestado ni un poco de atención a la electrónica underground que perfila las sombras de este país. Altas expectativas entre un público extasiado tras la escucha de “Siempre Siempre”, primer adelanto (que no tocaron) de su próximo disco “Aullidos Metálicos” (Humo, 2015), y que finalmente se llevó una decepción al encontrarse un setlist en el que los hits conocidos por todos no hacían ningún tipo de acto de presencia. Un par de temas del nuevo disco y un gran compendio de temas posteriores a “A la quinta hoguera” (Discos Humeantes, 2011) de entre los cuales no había ninguna de esas piezas destacables para el público presente. Una apuesta más emotiva, experimental y de buen gusto que no encajó en el acelerado ritmo de los asistentes tras el concierto de Balcanes. De ahí que la mitad de la gente se largara, perdiéndose lo que para un servidor fue una variante atípica y atractiva del directo de Fasenuova, que pocos tuvieron la osadía de disfrutar. Sonidos complejos, ritmos que se alejan del baile y letras que entonaban la balada más delicada y romántica dentro del cancionero industrial de este dúo de Mieres. Puede que hasta en estos ámbitos más experimentales no esté hecha la miel para la boca de un asno que sólo quiere zapatilla y bombos para encauzar la desatada euforia de sus pastillas. Cosa que me hace que me planteé de nuevo ese viejo propósito que tenían hace unos años con su anterior formación, Goodbye, donde el objetivo era vaciar la sala. De todas formas puedo confesar que no me importaría volver a pasarme por las orejas ese concierto. Será la emoción interior.